Las emociones cumplen el principio de polaridad.
Ante una emoción determinada, que da origen a una acción, hay otra contraria que da como resultado una reacción opuesta a la anterior. La resultante de las dos fuerzas de distinto signo y en la misma dirección es la que nos marca la resolución.
Asi, ante el valor hay una fuerza contraria que es el miedo, o ante la soberbia la humildad, etc y así todas las emociones.
El punto de quietud de la emoción está en el equilibrio entre ellas. El binomio valor-miedo da origen a otra emoción como es la precaución.
De la misma forma la combinación de las fuerzas seguridad y ansiedad da como resultado, cuando se equilibran, a la conducta mesurada y proporcionada. De no equilibrar esta combinación, obtendriamos una respuesta excesivamente arriesgada o por el otro extremo, depresiva.
Las emociones no son buenas o malas en si mismas, simplemente son impersonales.
El que sean positivas o negativas para nosotros dependerá de como transformemos estas emociones a nivel interno.
Cuando el debo y el quiero son coincidentes, estamos equilibrados y en perfecta armonía.
Cuando no coinciden estamos en permanente conflicto.
Si queremos que nuestra vida fluya en armonía sin dejar flecos en el pasado, el debo siempre debe de estar por encima del quiero.
El problema se presenta cuando con demasiada frecuencia los debes de la Vida no siempre coinciden con los debes adquiridos por nuestra deficiente educación socil.
Nadie debería entrar en una partida de cartas sin conocer las reglas del juego, lo mismo sucede con la Vida. Hay que estudiar y aprenderse el manual...
Sagoan