DICE EL ESPEJO...
Desde el
momento que nacemos empezamos a desarrollar patrones de conducta.
Cuando éramos
pequeños y teníamos sed, frió, calor o frustración, lo manifestábamos llorando
para requerir la atención de los demás. En muchas ocasiones se nos daba de
comer cuando llorábamos insistentemente.
De esta forma
en nuestra mente infantil se estableció un implante emocional que asociaba el
comer con la solución a cualquier problema de angustia. No es extraño que ya de
mayores, con preocupaciones y ansiedad, tengamos tendencia a comer.
También en la
infancia, en la relación con nuestros padres, tendíamos a ser como ellos
deseaban que fuéramos para sentirnos aceptados y a la vez para aceptar a
nuestros padres porque “eran así”. Con esta forma asociamos que “nosotros éramos así” sin posibilidad de
cambio.
Nuestro
comportamiento actual es el resultado de las experiencias adquiridas en la
infancia y su influencia es enorme.
De manera
subconsciente creamos en nuestras vidas patrones o implantes emocionales que
reflejan la experiencia al lado fundamentalmente de nuestros padres. Por tanto
tendemos a establecer relaciones sociales o de amistad con personas que se
asemejan a nuestros padres.
Esas
relaciones con los demás son un reflejo de las relaciones que establecían
nuestros padres con la gente. Si eran amables tendemos a ser amables y se eran
hoscos y resentidos tenemos también la misma tendencia. De la misma forma la búsqueda
de pareja se hace en este mismo sentido, a veces más de una vez.
No tenemos por
qué resignarnos a vivir siempre con nuestros actuales patrones de
comportamiento. Los patrones negativos pueden oponer resistencia, pero no son
invencibles.
Es posible que el espejo tenga razón...
Paz Profunda,
Sagoan
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