7 de marzo de 2009

PENSAMIENTOS FRENTE AL ESPEJO


PENSAMIENTOS FRENTE AL ESPEJO


Ahora, mirándome al espejo, estoy empezando a darme cuenta que mi vida ha estado entretejida de tal forma que, aun siendo yo el protagonista que transitaba por el camino, otras fuerzas me han guiado, dirigido o aconsejado la dirección que tenía que tomar para llegar a ser lo que en el presente soy.

Posiblemente esas fuerzas no sean ajenas a mí, no provengan del exterior, sino que sea mi Mente Superior, mi Yo Interno, el que unas veces me ha susurrado y otras gritado que me estaba apartando de mi camino.

La vanidad mal entendida, que a veces he tomado por bandera, de que “me he hecho a mí mismo” para justificar a la sociedad que no le debo nada, deja paso a la humildad de reconocer que sin esas fuerzas no pasaría de ser un mero ignorante.

Algo me dice que cuando tengo que apoyarme en estas frases hechas, necesito bastón.


Si estoy en armonía con mi presente, si no siento culpabilidad por mi pasado y no tengo miedo de mi futuro, ¿para que quiero el bastón de que “nadie me ha regalado nada” No lo necesito.

Puedo sentir que ha habido muchas oportunidades que han pasado delante de mí y no he aprovechado y otras que he querido aprovechar y mejor hubiera sido dejarlas pasar. Pero esto le pasa a cualquier ser humano y soy un ser humano.

Haciendo una retrospección hasta mi infancia veo con más claridad que en todo el camino recorrido hasta hoy, la Vida ha estado poniendo constantemente a mi alcance regalos de trabajo, familiares y espirituales que no me he atrevido a recibir, condicionado por los miedos e inseguridades de mi personalidad. Pero a la vez este recuerdo me lleva a sentirme protegido y querido - a veces mimado- por ese Yo Superior que teniendo que aguantar mi ignorancia no me ha dejado en la cuneta y continúa llevándome de la mano.

Estas circunstancias me han dado enseñanza y si sigo pensando con la vieja energía es que he aprendido poco. Mi misión en esta nueva existencia no es ser un hombre perfecto, sino un perfecto hombre.


A veces, ya sea por reflejo de los demás o por la educación social recibida, tiendo a valorar como cualidades excepcionales haber tenido una infancia difícil o las operaciones y enfermedades más complicadas o el trabajo más responsable y agobiante.

Que contradicción si mis ocultos deseos son pasar por la vida con las mínimas complicaciones, con una salud de hierro y con un trabajo lo justo para que me proporcione, en tiempo y pecunio, el deleite de los placeres de la vida.

¿En realidad lo que busco es ser el protagonista de mis éxitos y la victima de mis fracasos?

¿Éxito porque he tenido que luchar con todos los demás, que pensaba que estaban equivocados y victima porque los demás se han convertido en los autores de mis fracasos?

He traspasado la responsabilidad de mi vida a los demás. ¡Es más cómodo!

En realidad he tenido una infancia sin grandes complicaciones, en una familia en la que los valores morales y espirituales me fueron traspasados con moderación. Sin problemas económicos. Es decir bien dentro de la normalidad.

Aparentemente no tengo ningún trauma por haber tenido una infancia no difícil, ni estoy frustrado por unos padres en el que su respeto mutuo me lo trasladaban a mí. Ni me siento avergonzado por haber sido un niño querido. Mi mujer es mi alma gemela, mi salud es buena y mi trabajo es normal y descansado. Estoy equilibrado, más o menos, el 80% de mi tiempo. ¡No alcanzo a ver lo que me estoy perdiendo!

Puede ser que esa aparente felicidad sea debida al convencimiento de que YO SOY YO MISMO.

Visto todo esto, le digo a mi espejo, que lo que es fácil para unos puede ser casi insalvable para otros y lo que para unos es causa de frustración, a otros les motiva.


Por tanto cada uno de nosotros nos traemos una alforja llena de circunstancias que no se han terminado de desarrollar y que es necesario que se desarrollen y transformen en esta este plano de existencia, además de crear otras nuevas que tendrán su desarrollo en esta u otras existencias.


Pero no implica una bondad o maldad de esas circunstancias, son impersonales, son vectores que tienen una intensidad, una dirección y un sentido, que hemos delimitado, para que su objetivo final sea impulsar nuestro crecimiento.

Cuando me duele una muela todo mi cuerpo y mente se ocupan de este dolor. Podría decirle a la muela que es su problema, que se aguantara o que era su destino. Pero ese dolor seguiría influyendo en “mi todo”. Ese “mi todo” se pondría en funcionamiento para eliminar el dolor, hasta que la muela esté integrada y equilibrada con el conjunto.

De la misma forma todo aquello, de los demás, que consideramos exterior a nosotros mismos, está a la vez integrado con nosotros y en todo. Hasta sentir y comprender que YO SOY TU MISMO.


Con mis mejores deseos de Paz Profunda:

Sagoan

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