7 de febrero de 2013

Un hombre edificó su casa y en el centro del jardín plantó un roble...



Un hombre edificó su casa y en el centro del jardín plantó un roble.

Junto a la pared de su casa plantó una hiedra, esta crecía con rapidez y se elevaba agarrándose a los muros.

Al cabo de un tiempo la hiedra corría a través del tejado de la casa. El roble crecía lentamente enraizado al suelo del jardín.

¿Cómo estás amigo roble?- le preguntó la hiedra mirándolo desde su altura.

Bien, amiga hiedra- contestó el roble.

Eso lo dices porque no eres capaz de ver las cosas desde mi altura. A veces me da pena verte solo en el centro del jardín sin altura de miras- le dijo la hiedra.

Ya sabes que mi filosofía no es crecer deprisa, sino hacerlo con firmeza- le respondió humildemente el roble.

La hiedra le miró con desprecio y continuó con su vida.

Pasó el tiempo; la hiedra siguió creciendo aferrada a los muros de la casa. El roble también fue creciendo con su ritmo lento y firme en el centro del jardín.

La casa quedó olvidada, los muros envejecieron. Un día una fuerte tormenta sacudió con furia la casa y el jardín. Fue una noche horrible.

A la mañana siguiente los muros de la casa estaban en el suelo y la hiedra también. No habían podido resistir la fuerza del ciclón.

Solo el roble fuertemente agarrado con sus raíces al suelo del jardín había resistido el fuerte viento.

El roble, sin hojas pero entero, miró tristemente a la hiedra enroscada sobre si misma y en el suelo.
Varios días después vino el dueño de la finca y quemó la hiedra.

Queridos compañeros en el sendero de la Vida, es mejor crecer lentamente sobre las raíces propias, que ganar altura apoyados en la efímera seguridad de los otros.

Con mis mejores deseos de Paz Profunda
Sagoan   

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