10 de febrero de 2009

EL MARTILLO EMOCIONAL


LA HISTORIA DEL MARTILLO


Un hombre quiere colgar un cuadro.

El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo... el vecino tiene uno.

Así pues, nuestro hombre decide pedirle al vecino que le preste el martillo, pero le asalta una duda:

- ¿Y si no quiere prestármelo?

- Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído.

- Quizás tenía prisa, pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y él hombre abriga algo contra mí.

- ¿Qué puede ser?

- Yo no le he hecho nada; algo se le habrá metido en la cabeza.

- Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida...

- ¿Por qué no ha de hacerlo él también?

- ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro?

- Tipos como este le amargan a uno la vida.

-Y luego todavía se imagina que dependo de él.

- Solo porque tiene un martillo... ¡Esto ya es el colmo!

Así, nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir "buenos días", nuestro hombre le grita furioso: - ¡Quédese usted con su martillo, desgraciado¡

La mayoría de nuestras peículas emocionales no coinciden con la realidad.


Paz Profunda: Sago-an

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